Un blanco de culto. Criado durante siete meses en barricas nuevas de roble francés, este Chardonnay logra un equilibrio magistral entre fruta, madera y textura. En nariz se perciben notas de avellana, pan tostado y fruta tropical, mientras que en boca es cremoso, envolvente y con una acidez vibrante que aligera su densidad.
Cada sorbo revela capas de elegancia y profundidad, un vino que evoluciona en copa y en el tiempo. Ideal con pescados grasos, carnes blancas o quesos curados, aunque también perfecto para degustar solo, como si fuera una obra de arte líquida.
La etiqueta de Antonio Saura resume visualmente lo que este vino expresa: fuerza, equilibrio y sensibilidad, en una interpretación que trasciende lo estético para volverse simbólica.
